Horacio Guaraní

Reportaje de León Benarós - Vocación de cantor

  • El padre, indio y hachero. La madre, española.
  • Foguista, improvisado cocinero de barco, experto cuidador de gallos de riña, estibador y cantor desde siempre...
  • El canto es mucho, pero no todo...
  • Su participación en Cosquín.

Un reportaje de León Benarós (Folklore Nro. 57)

ANCHO corazón el de Horacio Guarany. Ancho y generoso. Madurado en el dolor y en el amor a las gentes. Ningún resentimiento hay en su vida. Que por cierto, lo golpeó duro. Su fe en el hombre le viene desde adentro. Su vocación de canto le asoma a los labios con urgencia imperiosa. Tiene un chorro de sangre India que lo enorgullece. El padre, hachero del Chaco correntino, es llevado, aún muy niño, de la mano de un resero que lo pide prestado para ayudar al arreo. El hombre mata a otro camino, huye de la justicia, se interna en Santa Fe y en alguna chacra, en una colonia de chacareros españoles, abandona a la criatura. Allí le prestan un apellido. Casa con mujer española, doña Feliciana Cereijo, y el matrimonio frutece en catorce vástagos. El padre es hachero de La Forestal. Oficio duro. Va con otros, donde lo lleva la empresa. Vive a pleno monte. Allí nacen los hijos. Horacio es el antepenúltimo. Nació el 15 de mayo de 1925, en el Chaco santafecino, cerca de Guasuncho o de Intillaco, precisamente en el monte. Viene al mundo bajo el signo de Tauro. Cree en lo profunda influencia de los astros, pero no en la profesionalización industrializada del horóscopo. La crisis del 30 golpeó a la familia.

En el monte, junto a alguno de sus hermanos, rapada la cabeza infantil, Horacio cantaba con vocación irresistible, restregando en la del otro la "bocha" niña. El canto improvisado le desborda desde entonces.

Ya más crecido, escribe en un cuaderno largas cartas a personajes, cantos que nunca se enviaron, y, por fin abiertos los ojos al amor, escribe a la muchacha de sus sueños cartas igualmente sin destino. Allá por 1942 ó 1943 llega a Buenos Aires, con sed de que se lo escuche. La ciudad es dura para el muchacho desconocido. Vive en una piecita de la calle California. Canta en la Boca, Necochea, por botellas de cerveza. ¡Sírvale algo al cantor!, ordena algún parroquiano tocado adentro por la voz del muchacho, densa de cosas para cantar o gritar. El y otros que cantan, amontonan a la noche por lo menos doce botellas. Se las cambian por dinero a don Carballo. dueño de "La rueda", y así comen al día siguiente. Horacio Guarany ha tenido mil oficios. Pero uno, sobre todo, ejercido en plenitud, y que le ha dado la rica experiencia humana que su canto denuncia: el duro pero también alegre y maravilloso oficio de vivir... Ama, por eso, el vino cordial, que entona; el vino que prestaba la única sonrisa al padre hachero y ponía ternura hacia la mujer en la disponible caricia de la mano encallecida. No el vino que se hace borrachera vergonzante, sino el que enciende la sangre y la templa para la amistad y el amor...