Horacio Guaraní

La creciente - Primera parte del Prólogo

Yo nací en el Chaco santafesino, me anotaron en un pequeño pueblito llamado Las Garzas; mi padre fue uno de los tantos argentinos que dejaron su vida y sudor hachando montes por la zona de Intiyaco. Guasuncho. Villa Guillermina, Lanteri, Las Garzas y vaya a saber cuántos lugares que quedaron desolados, convirtiéndose esas tierras en páramos eternos por culpa de la desangrante Compañía taninera "La Forestal" Argentina, nombre que nunca pude comprender, por cuanto todos los beneficios que dejaba esa tala indiscriminada y brutal iban a parar a Inglaterra, y ese fue uno de los tantos males que ha sufrido nuestro país a lo largo de su historia. Mi viejo, un indio duro de San Miguel. Corrientes, aguantó durante años el duro oficio del hacha y luego fue carrero, picaneando bueyes del cachapé que acarreaba los degollados quebrachos milenarios a los obrajes, inmensa riqueza de la tierra nuestra que como siempre fue a parar a manos de comerciantes sin escrúpulos y cipayos nativos que se prestaban al juego por unas limosnas miserables. Mí madre era chacarera y arrancaba con uñas y dientes con su arado de mancera y bueyes flacos algo de maíz para poder criar a sus catorce hijos, a los que Dios había mandado, aunque alguien en el camino les había robado el pan que dicen suelen traer bajo el brazo. De los catorce, yo soy el número doce, con lo que me salvé raspando de ser el de la yeta, aunque no fui muy agraciado por el destino, al menos en esos tiempos, época dura, de mucho sacrificio, de tierras ingratas de puro monte y animales chucaros, langostas, garrapatas y crisis económicas que parecen ser un destino en nuestra tierra.

Siguiente >