Horacio Guaraní

Reportaje de León Benarós - Todos los oficios

• OFICIOS

—Antes de dedicarse definitivamente al canto, ¿cuán­tos oficios ha tenido?

—Bueno, todos los oficios necesarios para poder seguir viviendo sin saber nada. Sin embargo, soy un buen foguista, me hice cocinero de barco a la fuerza, me consi­dero un buen cuidador de gallos de riña y un buen varea­dor; creo que podría llegar a ser un buen compositor de caballos de carrera. Al llegar a Buenos Aires estuve un tiempo enfermo y me interné en el Rawson. Presté a un amigo mi piecita de la calle California. ¡Se me fue con el calentador, la pava y la olla, lo único que yo tenía! Me quedé en la calle. Un hermano mío me dijo: "¿Querés embarcarte?" "Y, bueno, cómo no, me embarco"... Un correntino medio bárbaro, amigo de mi hermano, facilitó la tarea. Me llevó a la Prefectura y me hizo firmar el embarque. Ya a bordo, me dice: Bueno, maestro, vaya a hacer la provisión... ¡Me había embarcado como coci­nero! Yo, de marinero sabía, pero cocina nunca había practicado. Tuve que convertirme en cocinero a la fuerza, porque si no me echaban. Empecé a hacer la provisión. Un cocinero tartamudo, que después se hizo gran maestro de cocina de los barcos que van a Europa, se moría de risa viéndome. "Eso no te alcanza para dos horas", me dijo. Yo compraba un kilo de cada cosa... Me recomendó comprar una panceta grande, un tocino entero y unas damajuanas de vino. Estaba embarcado en una chata que iba lentamente hasta Barranqueras. Creo que era 1a "Nogoyá". Después he navegado en otras, como la "María Carmelo", la "Berna", la "San Andrés"... En los barcos, sobre todo en los de río, es ley que los jueves y los domingos se sirvan pastas Me enseñaron y salí del paso. Pero con algunos tropezones. Ahora no cocino mal. Sé hacer un buen locro, no le pongo batata, que lo hace muy dulzón, ni porotos, que lo vuelve demasiado cremoso. Le agrego, eso sí, un pedazo de carne de azotillo, carne de pecho, y, al final, una fritanga de cebolla de verdeo y pimentón. Una especialidad que vale la pena recordar es el "guiso quieto", en el que es maestro el gordo Zunino, famoso en la Vuelta del Paraguayo, rama del Colastiné. Zunino empieza a poner en una olla "postas" o trozos de pescado salados con sal fina; alterna capas sucesivas de tomate, cebolla, papa, con limón, orégano, aji y pimienta, en otros capas de pescado así cortado en trozos; pone fuego lento arriba y abajo. Arriba, con brasitas sobre la tapa. Deja cocer una hora larga y... ¡hasta más ver!...